Atmósfera onírica, mezclas impensables, estallidos de color y la
sempiterna presencia de Mr. Dior en los detalles -sobre todo cuando la
zona de la cintura entra en juego-. Y es que si tuviéramos que describir
con precisión la propuesta de Raf Simons, cada calificativo empleado se
quedaría pequeño pues, como él mismo ha confesado, esta colección engloba diversas culturas y estereotipos femeninos. Nos enfrentamos a cierta pérdida de magnetismo parisienne, en detrimento de aportes culturales tan interesantes como el colorido de las tribus masais, referencias iconográficas a la bandera de Estados Unidos y una reinterpretación bien interesante del print de leopardo.
Cada look parece provenir de un lugar diferente
-geográficamente hablando-, y así parece rezar el nuevo lema de la casa;
que se aleja del glamour -en su interpretación más clásica- para dar
cabida a lo nuevo, lo global. Color, rayas navy y vestidos de noche que juegan con las curvas femeninas como si de una deconstrucción se tratara. Las siluetas más oversize también tienen cabida,
sobre todo en materia de abrigos; y los prints, en todas y cada una de
sus versiones y vertientes, se apoderan de la colección con un único
propósito: trazar esa línea imaginaria que une África con Europa.
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